El programa del partido consigna la estatificación de las explotaciones gigantescas. Hay que fijarse en que el programa admite la conservación en propiedad privada de las explotaciones pequeñas, medianas y grandes, en todos los dominios de la vida económica, pero excluye las explotaciones gigantes (Riesenbetriebe). Pero que no es precisamente la magnitud, la concentración, lo que dicta este pensamiento, sino también otras condiciones y circunstancias. Toda orientación marxista queda excluida. Se reconoce que hay industrias que no pueden ser llevadas en pequeña explotación (los altos hornos, por ejemplo), pero otras sí. Son más convenientes 100.000 zapateros, que pueden muy bien explotar tal industria, que no cinco fábricas gigantescas de zapatería.
Los conciertos, sindicatos y trusts deben estatificarse. Teóricamente, la producción industrial en gran escala puede ofrecer productos más baratos y mejores, indudablemente; pero, en realidad, lo que ocurre con estas organizaciones gigantes es que dictan el precio al mercado, disponen la calidad de las mercancías y limitan su cantidad. El consumidor entra sólo en cuenta para el cálculo del límite máximo y mínimo de su capacidad de compra. Los llamados ring, operan reabsorbiendo las demás de la misma clase y así se evitan la competencia; se adscriben o se cierran. De esta suerte se regula la oferta de productos al señalar "contingentes" para el mercado, y automáticamente hacen jugar la oferta y la demanda y, por lo tanto, el precio. Eliminada prácticamente la competencia, se hace amo del mercado la explotación gigante. Y el accionista, entonces, lo que busca es sacar el mayor interés a su capital, aunque padezca la calidad del producto y se pisotee el interés del consumidor. Todo invento que puede representar una mejora se mira con gran prevención, sobre todo si amenaza a la rentabilidad del capital. No pocos de ellos han sido comprados y escondidos. Y como ya no pueden emprender otra orientación, puede decirse que han cristalizado; disponen de una gran burocracia y están maduros para entrar en la estatificación en beneficio de la colectividad.
Pero, ¿todas las explotaciones gigantes deben estatificarse? No. La estatificación es limitada. Las comunicaciones admiten la estatificación y sobre esta rama la experiencia de los ferrocarriles de Estado es, en Alemania, concluyente.
En la rama comercial, la estatificación debe limitarse a lo que es objeto de consumo de masa. Y en este sentido quedan comprendidas las subsistencias más importantes (los cereales, por ejemplo), pero no la producción de los mismos, sino su reparto. Durante la guerra, Alemania conoció esta reglamentación del comercio de los trigos, lo que fue llamado por algunos "socialismo de guerra", término equivocado, toda vez que la estatificación de ese comercio nada tenía que ver con las supresiones de la producción privada que es término programático de la democracia social.
En Rusia las únicas organizaciones burguesas subsistentes han sido las asociaciones agrícolas de producción y de consumo. La permanencia de esta rama de la economía agraria está justificada. La asociación agrícola (para abonos, maquinaria, etc.) facilitará la cobertura del consumo. Por último: las sociedades de consumo eliminarían a los intermediarios, favoreciendo directamente al consumidor. Como se ve, el nacionalsocialismo tiene un sentido realista que le lleva a no mover un pie en su plan de grandes transformaciones programáticas sin haber afirmado bien el otro.
Los conciertos, sindicatos y trusts deben estatificarse. Teóricamente, la producción industrial en gran escala puede ofrecer productos más baratos y mejores, indudablemente; pero, en realidad, lo que ocurre con estas organizaciones gigantes es que dictan el precio al mercado, disponen la calidad de las mercancías y limitan su cantidad. El consumidor entra sólo en cuenta para el cálculo del límite máximo y mínimo de su capacidad de compra. Los llamados ring, operan reabsorbiendo las demás de la misma clase y así se evitan la competencia; se adscriben o se cierran. De esta suerte se regula la oferta de productos al señalar "contingentes" para el mercado, y automáticamente hacen jugar la oferta y la demanda y, por lo tanto, el precio. Eliminada prácticamente la competencia, se hace amo del mercado la explotación gigante. Y el accionista, entonces, lo que busca es sacar el mayor interés a su capital, aunque padezca la calidad del producto y se pisotee el interés del consumidor. Todo invento que puede representar una mejora se mira con gran prevención, sobre todo si amenaza a la rentabilidad del capital. No pocos de ellos han sido comprados y escondidos. Y como ya no pueden emprender otra orientación, puede decirse que han cristalizado; disponen de una gran burocracia y están maduros para entrar en la estatificación en beneficio de la colectividad.
Pero, ¿todas las explotaciones gigantes deben estatificarse? No. La estatificación es limitada. Las comunicaciones admiten la estatificación y sobre esta rama la experiencia de los ferrocarriles de Estado es, en Alemania, concluyente.
En la rama comercial, la estatificación debe limitarse a lo que es objeto de consumo de masa. Y en este sentido quedan comprendidas las subsistencias más importantes (los cereales, por ejemplo), pero no la producción de los mismos, sino su reparto. Durante la guerra, Alemania conoció esta reglamentación del comercio de los trigos, lo que fue llamado por algunos "socialismo de guerra", término equivocado, toda vez que la estatificación de ese comercio nada tenía que ver con las supresiones de la producción privada que es término programático de la democracia social.
En Rusia las únicas organizaciones burguesas subsistentes han sido las asociaciones agrícolas de producción y de consumo. La permanencia de esta rama de la economía agraria está justificada. La asociación agrícola (para abonos, maquinaria, etc.) facilitará la cobertura del consumo. Por último: las sociedades de consumo eliminarían a los intermediarios, favoreciendo directamente al consumidor. Como se ve, el nacionalsocialismo tiene un sentido realista que le lleva a no mover un pie en su plan de grandes transformaciones programáticas sin haber afirmado bien el otro.
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